‘ Para que sometida a prueba vuestra de, mucho más preciosa que el oro,...
sea hallada en alabanza, gloria y honra...’’ 1 Ped. 1 ;7
sea hallada en alabanza, gloria y honra...’’ 1 Ped. 1 ;7
Las ásperas experiencias que encontramos cada día ayudan a prepararnos para el cielo. Dios usa todos los problemas de la vida para pulir y perfeccionar nuestro carácter. El Padre Celestial está obrando mediante nuestras pruebas para que un día podamos brillar de esplendor delante de Él.
Sin pulir, un diamante parece una roca común, pero después que se corta, su belleza oculta comienza a surgir. La piedra, entonces, pasa por un proceso para sacar a relucir todo su brillo.
Un artesano experimentado sostiene la piedra contra la superficie de una rueda para pulir. No hay ninguna otra sustancia que sea lo suficientemente dura como para pulir la piedra, por eso cubren la rueda con polvo de diamante. Es un proceso que toma mucho tiempo.
Esto es similar a la manera en que Dios obra con nosotros. El procedimiento no es agradable, ni la intención es que lo sea. Sin embargo, el divino Hacedor piensa en nuestra gloria final. Puede que estemos ‘‘afligidos por diversas pruebas’’, como dice Pedro en 1 Pd. 1 :6, pero cuando entendemos lo que hay detrás de ellas, podemos regocijarnos aún en la adversidad. Dios tiene una meta en mente durante el proceso de refinamiento : que nuestra fe ‘‘sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo’’. Saber esto nos capacita para mirar más allá de lo desagradable del ‘‘ pulimento’’ y ver el resultado.
Relato : ‘‘Aquella piedra asustada’’
Había una vez una piedra no muy linda que vivía en un lugar escondido de una montaña muy alta. Cierto día, un minero la encontró y la sacó de aquel sitio. El hombre se la entregó a un joyero. ¡ La piedra estaba tan asustada porque no sabía qué pasaría con ella ! De pronto, vio que el joyero se acercaba con un martillo en su mano. ¿Qué estás por hacer ?, le preguntó muy asustada. ‘‘Voy a hacer algo precioso contigo’’ , contestó el joyero, y comenzó a darle martillazos. La pobre piedra pensaba que no soportaría tantos golpes y que al fin ‘‘moriría’’. Más tarde, el joyero la colocó dentro de una máquina para pulir y después de mucho martillarla y pulirla varia veces, esa piedra de feo aspecto, se transformó en un precioso y valiosísimo diamante y fue colocada para adornar la corona de un famoso rey. Ahora ella vive en el palacio del rey, y ya no se acuerda más de sus miedos y el dolor que había sentido en la joyería.
Sin pulir, un diamante parece una roca común, pero después que se corta, su belleza oculta comienza a surgir. La piedra, entonces, pasa por un proceso para sacar a relucir todo su brillo.
Un artesano experimentado sostiene la piedra contra la superficie de una rueda para pulir. No hay ninguna otra sustancia que sea lo suficientemente dura como para pulir la piedra, por eso cubren la rueda con polvo de diamante. Es un proceso que toma mucho tiempo.
Esto es similar a la manera en que Dios obra con nosotros. El procedimiento no es agradable, ni la intención es que lo sea. Sin embargo, el divino Hacedor piensa en nuestra gloria final. Puede que estemos ‘‘afligidos por diversas pruebas’’, como dice Pedro en 1 Pd. 1 :6, pero cuando entendemos lo que hay detrás de ellas, podemos regocijarnos aún en la adversidad. Dios tiene una meta en mente durante el proceso de refinamiento : que nuestra fe ‘‘sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo’’. Saber esto nos capacita para mirar más allá de lo desagradable del ‘‘ pulimento’’ y ver el resultado.
Relato : ‘‘Aquella piedra asustada’’
Había una vez una piedra no muy linda que vivía en un lugar escondido de una montaña muy alta. Cierto día, un minero la encontró y la sacó de aquel sitio. El hombre se la entregó a un joyero. ¡ La piedra estaba tan asustada porque no sabía qué pasaría con ella ! De pronto, vio que el joyero se acercaba con un martillo en su mano. ¿Qué estás por hacer ?, le preguntó muy asustada. ‘‘Voy a hacer algo precioso contigo’’ , contestó el joyero, y comenzó a darle martillazos. La pobre piedra pensaba que no soportaría tantos golpes y que al fin ‘‘moriría’’. Más tarde, el joyero la colocó dentro de una máquina para pulir y después de mucho martillarla y pulirla varia veces, esa piedra de feo aspecto, se transformó en un precioso y valiosísimo diamante y fue colocada para adornar la corona de un famoso rey. Ahora ella vive en el palacio del rey, y ya no se acuerda más de sus miedos y el dolor que había sentido en la joyería.
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